Rincón Literario
Este
Rincón Literario también pretende ser un lugar de encuentro
de poetas y escritores.
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“La
inmortalidad de una pluma”
Si alguien me viera ahora, dentro de un cajón de la mesita
de luz, que nadie se preocupa en asear, se sorprendería al
saber que logré cosas muy importantes.
Mi singular tinta plasmó en papeles firmas de conciliación,
con las que miles de personas se vieron beneficiadas. Bajo mis huestes
supieron presentarse leyes que permitieron saciar el hambre de muchos
seres en vastos territorios. También fui responsable de afianzar
la armonía en innúmeros conflictos de variada intensidad.
Me sentí feliz al participar de todo aquello; debo reconocer
que cuando algo me disgustaba mi oposición era inamovible,
como terca que soy, no respondía al mandato de mi amo y manipulador.
De ninguna manera yo sería parte de decisiones que molestaran
a las personas. Con respecto a aquel que me manejaba, ya era de
confianza para mí; no exagero al decir que acompañé
su progreso desde lo más temprano de su carrera. Primero
le resulté útil en la secundaria ¡Cuántos
exámenes brillaban con mi tinta azulada!, en la universidad
me consagré como protagonista indiscutida de su cartuchera
enganchada a la carpeta, donde tuve varios amigos. Festejé
sabiéndolo recibido de profesor de letras (¡Claro,
conmigo se lucía!) quedé para la posteridad en la
hojas corregidas de los chicos, esos que eran los primeros alumnos
y aprendían a leer y escribir entre risas y diversiones;
en varios años pocas veces tuvo que recargarme con los cartuchos,
lo que pronto dejó de sorprenderle, pues me sabía
hecha de la mejor calidad. Me desbordó la felicidad cuanto
lo nombraron Secretario de Cultural y al poquito tiempo Ministro
en la misma rama ¡Era hermoso como juntos superábamos
etapas y trepábamos hasta las cumbres jamás exploradas
de nuestro ego!
Yo era fiel a su estilo de escritura y se lograron sueños
que llenaban el espíritu, como subsidios para la apertura
de bibliotecas en todo el país, la creciente variedad en
los talleres a dictarse, comedores para chicos en las escuelas carenciadas,
becas de todo tipo y más cosas que no recuerdo ahora, pero
que en verdad y aunque suene contradictorio, jamás olvidaré.
No me alejé de él en sus frustraciones, cuando algo
no salía bien; ¡Qué tristes palabras me hacía
escribir! Me invadía la melancolía de aquel poeta
preocupado.
Pero llegarían tiempos de triunfo en su andar, como gran
señor al servicio de la patria, en el sillón magno;
no me quedé atrás, pues él ya me tomaba como
una cábala, si yo no funcionaba al firmar un papel que a
mi entender generaría hambre e injusticia, mi amo no insistía,
caía en la cuenta de su error y hacía un bollo. Sí,
allí estaba, era sin más, la que decidía. Se
firmó la paz una y otra vez, con mi tinta azulada, atractiva
y brillosa.
Se aprobó lo justo, lo bueno; se descartó y se abolió
lo insensato, lo confuso.
Ahora descanso como si me hubieran jubilado de mis labores, pero
pronto vendrá alguien y volveré con fuerza a ser lo
que siempre he sido, la que pugnaba por letras correctas, trazos
derechos y fiel servicio. Soy inmortal pues en cada página
he dejado mi huella. Bueno, me gustaría decir más
acerca de mis logros, del pasado, de los planes para el futuro,
pero me estoy quedando sin tinta; gracias hoja amiga, esperaré
que me recarguen para seguir contando.
Nuncius
E-mail:
jm_nuncius@hotmail.com
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Bandera
y orgullo
Qué
linda brisa recorre el suelo nuestro.
Qué linda brisa acaricia nuestros valles,
es la misma que hace flamear cada bandera en
el campo y en las calles.
Caminamos donde han luchado tantos, es esta
misma tierra la que nos merece mares de
elogios y cantos.
Sentimiento noble el querer lo que tenemos.
Sensata actitud de reconocer cuán grandes
supimos ser y más grande todavía seremos.
Bandera y orgullo, dulce identidad, símbolos de
la unión y frutos de la libertad.
¡Qué bueno es ser ARGENTINO, amar y
defender con el alma a esta hermosa
nacionalidad !
Regalar sonrisas a los afligidos.
Hacer culto a la solidaridad.
Tener tiempo para nosotros.
Y también algún momento para los demás
proceder humilde y con justicia.
Respetar a todos, cuidar y querer a la patria
Cada día un poco más.
Nuncius
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Juan no se vende
Todo se compra, todo se vende dijo el empresario,
en su afán de estimular a sus vendedores, nada se logra
regalando cosas y mucho vendiendo o comprando, el tema es ponerle
el precio adecuado.
La verdad es que el comerciante podía
respaldar sus palabras, una buena casa en un lugar exclusivo de
la ciudad, auto importado, ropa de marca, una esposa rubia que
ostenta cirugías y varios implantes y todo lo que se necesita,
para hacerle saber a la gente, que uno puede.
La idea le quedó dando vueltas
a Juan, durante todo el día, se esforzó en las ventas
y logró uno de sus mejores promedios.
Cuando apoyó la cabeza en
el respaldo, se quedó dormido inmediatamente, el tren hasta
las manos como siempre, se puso en marcha.
Bajaron de aquellas fantásticas
máquinas unos extraños seres muy vistosamente vestidos,
a Juan le llamó la atención el diseño de
las ropas, que vaya casualidad, eran de marcas conocidas y apreciadas
en nuestro planeta. Ellos querían comprar y pagaban en
euros, dólares, oro, a gusto y placer del vendedor.
Sólo había que estar
dispuesto a vender, pues no era cualquier mercadería, los
lunáticos, pues de allí decían venir, sólo
compraban recuerdos, que ellos elegían.
Una compañera de trabajo arregló
por una cifra extraordinaria, venderles el recuerdo de un amor
que juraba ser el primero y más importante de su vida,
pero fue despedida raudamente por los seres, porque sus máquinas,
una especie de casco con antenas y sensores, detectaron , que
era un amor sin importancia y uno de los tantos que había
tenido.
Su patrón que empujaba en
la cola, esto es la Argentina, logró después de
desplazar a empellones y bajo amenaza de despido a varios otros
empleados, acercarse a la máquina, por una cuantiosa suma
vendió su genuino y antiguo amor a la patria, había
luchado en su juventud por causas justas, allá por década
del setenta supo tener ideales de justicia social.
Le llamó la atención
a Juan, que de una manera abrupta, lo desconectaran y pagaran
menos de la mitad de estipulado, no podía entender muy
bien lo que hablaban, pero la palabra traición le pareció
conocida.
El esperaba no sin ansiedad en la
fila, tratando de ordenar en medio del bullicio, sus recuerdos,
cuando más importante eran más valor tendría
para los seres, se acercaban las fiestas y unos buenos pesos no
vendrían nada mal.
Ya conectado, recibió una
pequeña descarga, que le ordenaba entregar sin reparos
el recuerdo escogido, se trataba de una imagen muy apreciada,
la primera vez que vió la carita de su hijo, la emoción
y la sonrisa de su mujer, el pequeño ramo de rosas que
su madre armó para la ocasión; ¿que precio
ponerle?, mil euros ofrecían, no dijo Juan, dos mil, tres
mil ….
Tres mil euros es suficiente, y en
esa cifra cerró trato. Nuevamente la máquina le
dio un sacudón y una nueva imagen surgió clara,
iban con su mujer, llevaban Salvador al jardín, los tres
tomados de la mano, el delantal verde inmaculado, la bolsita con
las galletitas, la mano extendida de la maestra, los dos temblando
de miedo detrás de aquel vidrio y las lágrimas del
pequeño; ¿ cuánto vale este recuerdo? dijo
la voz apurando a Juan, la emoción no lo dejaba pensar
con claridad, oro, euros, dólares, pesos…
No lo vendo grito, ni por todo el
oro del mundo, no lo vendo hijos de puta, se despertó sudando
a mares, la gente lo miraba, y solo atinó a bajarse en
la primera estación.
Llamó a su casa todos estaban
bien, no le importó quedarse en el andén solitario,
el no viajaba solo, ni nunca lo haría.
Jorge Martinez
E-mail: orsipin@infovia.com.ar
Diciembre 2005 - San Antonio de Padua
|
El
Señor de los recuerdos.
Me dijo en aquella oportunidad, recordar
es como volver a vivir, hay momentos de mi vida que tengo tan
claros en mi memoria, que al pensarlos nuevamente, siento como
si los viviera otra vez, con una frescura e intensidad, que dan
gusto.
Sus ojos azules se llenaban de distancias, el oscuro mar que bañaba
su aldea, parecía asomarse en sus pupilas, el sol que supo
dorar sus trigales, le jugaba brillos chispeantes, destellaban
canciones y grupos de jóvenes campesinos, bajaban por una
suave pendiente verde, hacia el caserío; misAbuelos, herramientas
en mano, maduraban una América lejana y desconocida, tan
deseada como temida. Allá atravesando la mar, como solía
decirme y señalar un punto en el espacio, allá cruzando
esas cadenas de montañas, bajando el valle, bordeando el
río, está mi pueblo, al que regreso en sueños
y en ensueños, para jugar otra vez con mis hermanos, escuchar
sus voces y correr, con piernas fuertes, una carrera hasta el
sol.
Sus rodillas fueron mi primer caballo, en ellas luché con
Alejandro, invadí con Atila, miré desde las altas
cumbres de los Andes, desfilar mi ejército victorioso,
a caballo de su voz y sus historias, desembarqué en Normandía,
liberamos Europa, reflexionamos a cerca de lo mucho que había
crecido el pueblo, charlamos con viejos conocidos, que volvieron
de la guerra, con parientes que nunca ví y que que aprendí
a querer.
Un juego, un simple juego de Dédalos e icaros astronautas
de patio, de tardes de verano a la sombra de los árboles,
descubriendo planetas, creando nuevos mundos, más justos,
gobernados por sabios y poetas, que premiaban el conocimiento
y condenaban la pereza.
¡Que hermoso cielo estrellado! está al alcance de
nuestras manos. Mirá esa es la cruz del sur, y allá
Las tres Marías, y Venus y la osa Mayor y las que inventaba
para realizar el mapa de nuestro viaje, tendidos sobre el techo
de la casa, suspendidos en la inmensidad del espacio, así
somos de pequeños, así nos hizo el creador, el arquitecto
,como le gustaba decir.
Las buenas personas reciben como premio el recuerdo de los que
los conocieron, reviven así sus historias, sus acciones,
sus dichos, se reflejan invisibles en los espejos, nos acompañan
en los momentos difíciles, en las tomas decisiones, cada
vez que el corazón lo demande; las otras, las despreciables,
son condenadas al olvido, al ostracismo, a vivir fuera de las
memorias, que es la muerte por excelencia.
Como no recordar, como no recordarte, Abuelo, si tanto nos has
enseñado, si tanto nos a quedado grabado a fuego en nuestras
almas,que no hay día que no te sienta a mi lado, acrecentando
mi paciencia, puliendo mi torpeza, despertando corazones, abriendo
conciencias, sembrando luz, y descubrir en el cruce de los caminos
,la amplia avenida, del Maestro : El señor de los
recuerdos.
Jorge Martinez
E-mail: orsipin@infovia.com.ar
Setiembre 2005 - San Antonio de Padua |
Emigraciones
“internas” – “Pequeños desarraigos”
Quien
no intentó, o en el mejor de los casos logró, ya
cerrando su adolescencia, “emigrar” del “nidito
materno provincial” a los “grandes suburbios capitalinos”,
cruzando la General Paz, de por medio; que separa esa distancia
eterna entre dos culturas.
Quien
ya lo haya hecho y arraigado su historia en alguno de los barrios
porteños, seguramente (y no me cabe duda de eso), extraña,
desde sus entrañas, esa paz de siesta, los olores a rosas
y jazmines de primavera en los jardines de los abuelos, el mate
y las facturas de los domingos, la calesita, los aromas de hojas
secas quemadas en los atardeceres invernales que van cayendo,
tristes, los fines de semana con miras de anunciar la “nueva
rutina” de los lunes. El asado. Esas parrillas que no existen
ni tienen los mismos sabores en los balcones de la “capital”.
Rutina,
tristeza, añoranzas, alegrías de almuerzos familiares
compartidos con gente que quizás ya no este más.
Los amigos del barrio, esos que conocen nuestra verdadera esencia
y para quienes no podemos usar las “mascaras” que
usamos ya de adultos para ocultar nuestras vulnerabilidades, siempre
latentes, que afloran justamente cuando cruzamos esa “avenida”
para volver a nuestra infancia algunos fines de semana.
Nada
se pierde desde nuestro interior, puede pasar el tiempo, pero
las raíces que dejamos en la tierra de esos “jardines
y macetas” siempre están para que las reguemos de
vez en cuando con las lágrimas de la nostalgia.
Dos
culturas bien marcadas. La de la “siesta pachorrienta”,
que pocas veces le permite un paso al “cambio” y la
del trabajo constante, el ruido, los cafés de oficina,
el stress, la comodidad servida, que muchas veces nos muestra
nuevas oportunidades, frustraciones, desencantos, nueva vida.
Nueva gente.
Entre
el ritmo lento y la locura, entre disfrutar cada momento y correr
contra reloj, entre la ceremonia y la practicidad, entre el “formol”
y el “antioxidante”, entre las zapatillas y el traje…
…El
mundo no termina ni de un lado ni del otro. El mundo termina o
comienza solo en nuestro interior.
Si
un día, todos, absolutamente todos, nos dedicásemos
a cruzar la línea del miedo imaginario, tanto de un lado
como del otro, podríamos entender y compartir muchas cosas,
y podríamos CAMBIAR, nuestro limitado mundo interior.
Maria
Elena Garcia
E-mail: mgarcia4@infovia.com.ar |
El
amor
¿Qué no se ha dicho acerca del amor? Autores de
todas las épocas , lo han tratado y maltratado, pero esta
¿substancia?, perdura a través de los siglos, sumiéndonos
en continuas vicisitudes, encendidas marchas y contramarchas,
motorizándonos una y otra vez, convirtiéndose en
el eje en torno al cual giran nuestras existencias.
Como en un sueño kafkiano, nos sacude con distintos dizfraces,
para luego abandonarnos en las más frías de las
soledades, en esas donde el alma tirita, adivinando sombras de
un cuarto vacío. Es de pronto el nombre de una mujer, el
resonar de los tacos sobre un mojado empedrado de arrabal, la
tristeza del otoño acunando las amarillentas hojas, el
vidrio empañado de un viejo café.
Es también y por suerte, la esperanza de que retoñe
la flor, la sonrisa juegue en los labios, la luz en nuestros ojos
y la palabra te quiero adquiera otra vez esa dimensión
que supo tener, cuando el tiempo era nuestro y conjugábamos
el futuro, con una fe inquebrantable en nosotros mismos y en muestros
sueños.
¡Hay el amor!, duende inmortal que habita los espíritus
que resisten el paso del tiempo y hacen de la vida un proyecto
digno, actores activos, constructores de sueños, de mundos
que perduran, que anidan y crecen.
He ahí el misterio, de porqué el amor nunca muere,
porqué la llama de la vida permanece encendida y nos alumbra.
Jorge Martinez
E-mail: orsipin@infovia.com.ar
Junio 2004 San Antonio de Padua
|
El Enigma
La encontré por casualidad, habían pasado cuatro
años. Sus ojos deslucidos parecían bucear en mi
figura.
- ¡Hola!- me dijo cuando la llamé.
- ¿Qué es de tu vida?- agregué.
Su silencio me extrañó, después de una
pausa que parecieron siglos, fijó sus ojos azules en
mis pupilas, como queriendo adivinar la respuesta a mis preguntas.
- Tan grave fueron tus pasos que no decís palabras.
- No se quién eres- respondió.
Luego, con una sonrisa de despedida, dobló la esquina
apurando su andar cansado.
- ¿Cómo no me conoce?- dije en voz alta sin mediar
interlocutor.
No podía entender su falta de memoria. Había sido
su mejor amigo y confidente. Y ahora las cenizas del pasado
habían borrado esos hermosos encuentros. Parecíamos
hermanos. Ella me había confiado sus ilusiones, sus esperanzas
y su vida misma.
Trató de borrar estas imágenes para ingresar a
la biblioteca. Las investigaciones desarrolladas en estos dos
últimos años en el cáncer de mamas lo habían
dignificado, a tal punto que médicos prestigiosos de
México, lo habían llamado para ofrecerle su colaboración
y felicitarlo. Eran muchas las propuestas de trabajo y tendría
que analizarlas. No tenía familia en esta ciudad.
En los últimos meses, solo cosechaba alegrías,
hasta esta mañana.
La tarde se diluyó en un suspiro cuando las siete campanadas
del Convento de San Andrés se anunciaron. Apagó
la computadora y se despidió de Diana.
Nuevamente la vorágine ciudadana lo envolvió.
Se detuvo en el café que cotidianamente frecuentaba.
Se sentó en el lugar de costumbre, cuando una voz femenina
lo alcanzó.
- Pido disculpas por lo de hoy. No estaba preparada.... se atrevió
a pronunciar. Fueron muchos los incidentes vividos después
que nos dejamos de ver. No sabes cuanto extrañé
tu compañía. Te llamé varias veces pero…
cuando me atendías cortaba o me quedaba escuchando tu
voz.
- No entiendo tu conducta Adela. Parece que fuésemos
extraños.
- Pasaron muchas cosas. No me entenderías. Prefiero que
hablemos de vos.
Hablamos de la investigación, de los logros de estos
años, de las vacaciones sin estar juntos. Brindamos con
jugo por reencontrarnos otra vez en Buenos Aires.
Poco a poco su expresión comenzó a cambiar. La
reconocí en sus salidas de humor. En sus grititos de
aceptación valorando mis palabras, en los palmeos que
realizaba a mi brazo en gesto de aprobación y sobre todo
continuaba retorciéndose la punta de sus cabellos cuando
se apasionaba con mis relatos. Parecía que el tiempo
pasado hubiese regresado para instalarse allí. No percibimos
que las horas fugaban sin ser vistas.
- Se hizo demasiado tarde- acotó mirando el diminuto
reloj que pendía de su cuello.
- ¿Te llevo a tu casa?
- No te preocupes, me tomo un taxi.
- Sería un gusto acompañarte- insistí.
Percibí que un manto de tristeza se alzaba entre los
dos. Su mirada se clavó perdida en el tránsito
abundante. Ante el beso apresurado intuí que había
llegado el fin del encuentro.
- Fue un gusto hallarte- manifestó.
- No nos alejemos otra vez, Adela.
- José eres mi ángel guardián, no te perdería
jamás.
- Cómo hallarte...
Se detuvo un taxi a su llamado y rápidamente se alejó,
dejándome estupefacto con esta extraña actitud.
Caminé varias cuadras pensando en ella. Aún no
podía descifrar la historia cruda que no se atrevía
a revelar.
Fueron varios los encuentros, pero inconsistentes. No aparecían
argumentaciones. Siempre se despedía y desaparecía
sin dejar rastros.
Pensé en un plan. Sería como descubrirla sin ser
visto. Le conté a un amigo lo ocurrido y las dudas sobre
Adela. Siempre la veía en esa zona, solicité me
llevara al lugar y dejé que Roberto la ubicara después
de la despedida. Ella tomaba un taxi por unas cuadras y luego
volvía nuevamente a su trabajo nocturno. Como mesera
y bailarina sus noches eran deplorables. Era el único
lugar que había hallado después del remate de
sus propiedades. La estafa del que fuese su esposo. El juicio
como cómplice de los hechos que no entendía y
que nunca le había contado. La venta de las propiedades
de su madre para atemperar a los acreedores. La soledad de amigas.
La exclusión de su familia. Luego sus anemias que no
dejaba de aquejarla. La bebida abundante en su organismo y las
noches durmiendo en cualquier sucia habitación, con un
don nadie, por pocos pesos ganados en forma humillante.
José no salía de su asombro, ante la argumentación
que Roberto le proporcionaba. Podía entender la desazón
de ella ante el último sorbo de café, cuando sus
manos y sus mejillas se juntaban cada noche.
Esta vez sería él quién la sorprendería.
Un taxi con vidrios polarizados le sirvió para esconder
su figura. Allí la vio aparecer caminando con un suéter
celeste que insinuaba su porte. Los labios rojizos y sus bucles
negros brillaban con los haces mortecinos de las farolas.
Pedí detener la marcha. Me bajé lentamente y fui
a su encuentro. No hubo palabras para un buen entendedor. Tampoco
explicaciones fueron necesarias. Ella subió al taxi comprendiendo
que había resuelto el enigma de su vida.
Cristina Beatriz Merino
E-mail: cbmerino@infovia.com.ar
Este cuento ha sido
premiado por la Editorial Los Tilos de La Plata (Buenos Aires)
|
Eduardo Atilio
Paschetto
Escritor
y periodista argentino, residente en la ciudad de San Antonio
de Padua. Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación
Arte y Cultura de Merlo (BA). Editor de periódicos y revistas
institucionales y de los Periódicos escolares "El
estudiante", premiados con el "Águila Dorada
2001" de ADECOS (Asociación de Comunicadores Sociales
de la Provincia de Buenos Aires)
Más
información y textos literarios en :www.geocities.com/paschetto
E-mail:
paschetto@yahoo.com |
Gabriel
Impaglione
Gabriel
Impaglione es poeta y periodista. Nació el 15 de enero
de 1958 en Morón, Buenos Aires. Actualmente radicado
en Luján, colabora en diversas publicaciones y co dirige
el portal www.lujanargentina.com
(el sitio de Luján en el mundo).
Ha
actuado (y también dirigido) medios gráficos,
radiales y programas y noticieros televisivos, tarea por la
cual ha recibido diversas distinciones nacionales y provinciales.
Como
poeta publicó Echarle pájaros al Mundo (Edic.
Panorama, BsAs, 1994), Breviario de Cartografía Mágica
( El Taller del Poeta Fernando Luis Pérez Poza, Galicia,
2002), Poemas Quietos (Antol. Edit. Mizares, Barcelona 2002),
Bagdad y otros poemas (El Taller del Poeta Fernando Luis Pérez
Poza, Galicia, 2003). Será editado en Marzo del 2004
su "Letrario de Utópolis" en Linaje Editores,
México, y participará de la Antología Escritores
Hispanoamericanos en el Mundo, Concurso Juana de América,
con su cuento La manada, 2do premio del concurso organizado
por la Editorial Bellvigraf. Colabora activamente en diversas
listas literarias y revistas de la web de todo el mundo como
así también en publicaciones gráficas y
espacios radiofónicos.
Ha sido distinguido en varias oportunidades por su labor literaria.
E-mail:
impaglioneg@yahoo.es
En
Padua dirigió durante todos los años 80 el periódico
La Provincia. A su vez editó El Correo y la Gaceta de
los Noventa, medios de fugaz aparición. Cursó
en el Teatro Poético sus primeros años de Arte
Dramático con el inolvidable Carlos Rubino, para luego
estudiar y trabajar en Buenos Aires, con diversos elencos. Produjo
y condujo "El unicornio"programa emitido por Canal
4, cuando tenía sus estudios en la calle Sullivan, entre
otras actividades culturales y periodísticas.
|
Desandar el destino
Desanimar el desanimo
deshilacharlo
que se desdibuje
grotescamente
y se destierre
y se deseternice
y su deshielo nos descubra
llenos de desimposibles.
Gabriel Impaglione |
Síntesis anual
Concentrado alambrado desocupado
clientelizado mentido fichado ninguneado
cartoneado globalizado
y esta rosa roja agazapada terca constante
luminosa ofrecida entre las manos.
Gabriel Impaglione
|
"Pienso
en ti mientras la noche se llena de laberintos, mientras insurgente
mensajero te trae y me completa".
M.A.
En la guitarra de tu nombre la hora,
su canción de gesta, silbo de entrecasa, arpegio
al oído, melodía
enredando su vuelo en el poema.
Lo palpo, lo huelo y saboreo.
Fruta llena de palabras, constante zumo amanecido.
Lo llevo a mi boca
y de mi boca, desde el íntimo canto hasta el alma,
se hace un sólo torrente de esencia infinta.
Andante rumor que arrulla cada día
le nace banderas y cereales
y te celebra.
Gabriel Impaglione |
Mapa Número
Tres
Continente Americano
Hinca su colmillo la corona
y sangra Yucatán
mientras pariendo
Buenos Aires grita
treinta mil poemas que no cesan,
mientras Cuba constelada
vence la noche más siniestra,
mientras late Chile espada,
y Venezuela desvela
y en Chiapas mana amor
y agua cielo en Nicaragua
y una Bolivia subterránea
florece savia regresando
mientras Brasil ensancha
las voces como un eco de luz
y todo es nuestra casa.
Gabriel Impaglione |
He
nacido en un enero que parece
la orilla del mar bajo la tarde.
Rojo, rojo, apasionadamente rojo
el poniente levantaba su telón de amapolas
y detrás cierto viento violeta
enredando su anil entre los pájaros.
Se repite mi nacimiento en cada enero,
cuando piso la espuma derramada
o dejo con sus redes abiertas los ojos
detrás de las rompientes como un barco.
Un año tras otro enero en el Atlántico,
en mi pueblo de pinos y medanales,
renaciéndome entre bienvenidas
de vino y niños y guitarras.
Tal vez vaya a morirme ahora que tan lejos
el mar es un rumor que me llama en vano.
O resulte que me ha tocado renacerme
en otro sitio, en cierta melancolía
de espejos flotando a la deriva.
Venga enero nuevamente con la cuenta al día
a pedirme tributo por los doce meses
o se lleve un tramo de este hilo de vida
que ha tirado del fondo del pozo.
Sea enero finalmente el rayo partido
en la urgente rueda de mis años,
una ayudamemoria para la cita océanica,
el fondo reseco de mi corazón cansado.
Gabriel Impaglione
|
Tu
cuerpo tiene pequeños territorios sin bandera,
poblados de duraznos, de panes, de pinares.
Reconozco cada palmo de tu piel
como si a ella hubiera sido destinado.
No se sorprenden mis manos laboriosas
abriendo senderos en tu desnudez de luna.
Sé del rumbo que lleva al agua de tus labios.
Y cierta llanura manzana o cielo derramado.
Tu cuerpo revela secretos azares
y sus honduras son la casa mía.
Allí respiro de tu mansedumbre
y salto a la tierra a celebrarte.
Gabriel Impaglione |
Sabía
una mujer desconocida
tal vez en una esquina
una tarde
o de paso
de lejos
entre la vorágine de cualquier hora
de espaldas en una librería
leyendo contratapas
o en contramano
por una calle paralela.
Siempre creí en una mujer desconocida
en algún sitio
llamando las cosas por su nombre
o por su esencia
o su forma
como si el oficio o la poesía
fueran una palabra en común.
Como si su nombre
fuera todas las cosas.
Gabriel Impaglione |
Felíz año nuevo
compañeros
Levanto en la palma de mi mano
una gota de sudor del duro desvelo
y saludo a los que aún
esperan
el pan y la tierra repartida.
Felíz año nuevo compañeros.
Habrá de quebrarse el calendario
cargado de dolores y de piedras
y comenzaremos de cero
otra vez de cero
nuevamente sin nada en la mesa
sin nada en las manos
más que aire rojo en remolinos
de canto incorruptible.
Levanto la boca hasta el grito,
me sumo a la ternura de los sueños,
y empuño el poema
es decir la desnudez del pueblo,
su descalza marcha rebelada,
su gesta anónima, cotidiana,
envuelta de harapos y de ayunos,
caliente su sangre empecinada
en abrirle un boquete al nosepuede.
Felíz año nuevo compañeros!
Deshoja el calendario su rutina
mientras tanto sucedemos
uno y uno y uno en la tierra
pariendo la aurora terminante.
Habrá una larga mesa finalmente
de guiso y espumoso vino rojo,
de niños venciendo la tiniebla.
Y una bandera de sudor coronada
victoriosa en los andamios.
Felíz año nuevo compañeros.
Gabriel Impaglione
|
El
chico de las doce
El chico de las doce se llama sombrita, tienealgodoña
una manzana.
Sobre el manubrio equilibrista infancia de trapos,
circo de diarios inútiles.
Vuelve sin pedalear con infancia de cajas aplastadas.
Camina cada noche doce mil años,
trashumante del infierno del pasado aterido de quejido en vano,
del futuro cortado al ras por una espada.
Respira en su presente de residuo,
de plato recalentado en el brasero,
de cama compartida con infancias de risa raída.
El chico de las doce se llama
un negrito.
Carga también las culpas del alboroto de los perros,
de la mugre que se cae del camión recolector,
de lo que pueda faltar en cada cuadra.
Apuntan sus pistolas la policía
y las Damas Sensibles a la Causa Fascista,
aunque se reúnan en la Comisión de Seguridad Urbana.
Yo no me explico la estupidez desatada.
No puedo creer, me resisto a creer en la hipocrecía.
No puede ser sino ignorancia maquillada
de asistencialismo cristiano tanto discurso patriotero.
Porqué no desvelan sus pestañas en parir una fábrica,
en pagarle tres pesos más a la muchacha,
en no evadir impuestos,
en dejar de eructar palabras gastadas en los té a beneficio.
Incluso los negritos no pueden comer palabras.
Si almorzaran palabras vendrían a la casa del poeta.
-Los poetas también dejaríamos de cargar con nuestro
ayuno-.
Pasarían por casa como pasan
por las puertas de los que hacen lo que pueden
con sus conciencias
aunque voten después por la asistencia imperialista,
aunque voten por la izquierda desunida,
aunque voten en blanco y se vayan a la casa de la playa.
Si los negritos y los blanquitos
que andan a las once y a las trece y a las dos de la mañana
en la calle
comieran palabras
vendrían a mi casa, tal vez, a la casa de Carbone
golpearían en lo de Boccanera en lo de Mourelle en lo
de Madrazo
¡verdaderos festines abecedarios!
Pero el chico de las doce y sus mil sombras repartidas
no comen palabras.
Más bien se comen la vida hasta quedar tan desvividos
que un mal día, o una mala noche
ya no hacen ni bulto en la vereda.
Considero a la fanfarria de los mercachifles de la radio,
a los escribas oportunistas, a los maquillados
agentes de la desmemoria televisada en vivo y en directo
parte responsable de este genocidio.
A la piara de traidores que empleados por el pueblo
expoliaron al pueblo para enriquecer a la corona
como parte responsable de este genocidio.
A sus excelencias templarias que dieron la espalda al reclamo
considero parte responsable de este genocidio.
A los empresarios del botón de la máquina especuladora,
a los productores de desindustrialización desocupante,
a los estatizadores de sus deudas privadas,
parte responsable de este genocidio.
Y en el medio una selecta mayoría de inconscientes colectivos
dispuestos a dar lucha en la cola del mercado
que al son del primer basta se encogieron frente a sus televisores
o debajo de sus camas.
A ellos también considero parte responsable de este genocidio.
El chico de las doce va de calle en calle con bicicleta
ajeno a los discursos los planes las negociaciones
lejano de las partidas el invento de la soja el subsidio a las
privatizadas
los laboratorios
de planes sociales medicamentos o salidas de emergencias.
Siempre lejano, ajeno,
incrédulo
ignorante
atraviesa los años perdidos en bicicleta
siempre a las doce
a pesar de los cambios de gobierno de siglo de era astrológica.
A veces lleva una infancia roída en el manubrio
y otra infancia hambrienta en el portaequipaje.
Y camina
porque a las cinco de la mañana el asiento sirve para
los cartones.
Vuelve caminando como una mole de residuo.
Le tocan bocina desde los coches importados para que apure el
paso,
un negrito
cirujeando y a esta hora.
Dónde estará el padre de ése ...emborrachándose.
También los poetas somos parte responsable de este genocidio,
por creer que con sólo bonitas, selectas
acomodaditas palabras
resolvíamos el tema de la voz en los salones,
hacíamos tomar altura a faldas y corchos de champagne,
emocionar a los editores para que nos contrataran,
ganarnos un espacio entre los desmemorizadores de los medios,
quedar en las placas de la ciudad natal, en las enciclopedias,
en la memoria de las bibliotecas con busto incluído.
Los poetas hemos dado por mucho y valioso tiempo
la espalda a nuestro pueblo, a la realidad, a la historia
que nos fue arrastrando como una inundación trágica.
Quienes se sientan injustamente involucrados me disculpan.
Ahora cada uno con su lápiz en mano a tachar lo que no
corresponda.
Pero siempre resultó obvio que no hay monolito en la
plaza
ni bronce en la fachada que valga un niño hambriento.
Y si no he terminado no importa, a vuestros pies éste
nadie que se retira.
No he pretendido ofenderlos ni ofenderme
con vuestro perdón y el mío salgo a recibir mi
ración diaria
de verdad en bicicleta.
Escucho el roce en la noche del chico de las doce.
Todavía.
Y no sé qué hacer con él y con mi vida.
Gabriel Impaglione |
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La niebla como una cinta adhesiva cubre las
ennegrecidas y tenebrosas aguas del riachuelo, avanza hacia la Capital
desde la oscuridad, su realeza se extiende a los juncos empetrolados
de las márgenes, tarasconea el asfalto, muere en los altos
muros de las quietas fábricas, para asomarse por los rotos
cristales de las claraboyas a escuchar los mudos sonidos de las
cadenas que penden de los aparejos, de las poleas oxidadas ; a los
inquietantes aleteos de los vampiros que surcan el aire. La noche
se pasea por las calles desiertas ,apenas alumbradas por distantes
y aureoladas luces de mercurio. Enmarcado en el único acceso
al rancho de lata, el hombre mira un cielo desplomado, el mate es
un apoyo más, columnas de humo se levantan por doquier desde
los montículos de basura, un olor acre invade todos los resquicios,
gomas y plásticos se queman por igual; mientras Dios vela
por sus criaturas . El carrito de ruedas metálicas muerde
el pavimento iniciando una rutinaria y errática marcha ,padre
e hijo caminan la madrugada en busca de todo aquello que pueda servirles.
La tarea no es fácil, la competencia ha aumentado, gatos
y perros vagabundos son mudos testigos de sordas disputas por trastos
y restos de comida; solo el silbido de las cadenas surcando el aire
puede oírse, buscando cabezas que partir, costillas que astillar,
no hay gritos, el dolor se mastica junto con la bronca y el orgullo
lastimado; el triunfo se enjuaga con la lengua y la mirada floja.
Se gana el respeto en las calles a fuerza de coraje y de apretar
los dientes, muchas veces se sale airoso, y otras tantas, como un
lobo solitario, hay que agacharse a recoger las tripas y salir a
la rastra, no si antes dirigirle al casual contrincante, una mirada
presagiosa. Nunca se olvida, lo saben los amigos y también
los enemigos.
La mañana comienza a asomarse sobre
el alto tapial de la fábrica, el canto de los zorzales se
hace cada vez más presente, las sombras huyen de los rincones
en los que suelen pasar la noche, nada ni nadie puede detener el
viaje hacia el día, de un sol que en esta época del
año se hace sentir. Es domingo
se adivina en el aire, las paredes parecen entenderlo, los paraísos
también, pues mueven sus elegantes y lustrosas ramas, al
compás de una música tempranera, que se escapa de
unas de las tantas puertas que dan al patio interno del establecimiento,
convertido por imperio de la necesidad ,en vivienda colectiva. Las
familias fueron ocupando de a poco las distintas dependencias, intimados
en más de una oportunidad por las fuerzas del orden y el
progreso, resisten como pueden el fantasma omnipresente del desalojo.
Unas pocas y afortunadas muchachas por horas, salen presurosas por
el viejo arco del portón, a cumplir con sus tareas, trabajan
también los fines de semanas, temerosas de perder sus precarios
empleos, que sus patronas descubran su verdadero domicilio, dibujado
por la agencia que las contrató y que se queda con gran parte
de sus magros salarios. La mañana se encamina vestida con
traje prestado, lustroso por el uso, pasado de moda y duda en el
puente, temerosa del ridículo que la espera en la otra margen
del río, desafiante. Unos pocos colectivos atraviesan el
brazo metálico que une la provincia con la Capital , los
choferes aprovechan para pasear sus músicas preferidas por
las calles vacías . La mañana va con ellos, pintando
los barrios, las veredas desparejas, los zaguanes del sur, las casitas
bajas, los talleres, los viejos cafés de oscuros vientres
y hasta alguna escéptica sonrisa que mira hacia la calle
con un ojo enarcado, mientras el otro enguye las primeras malas
noticias de los titulares.
La mañana es incansable, sigue y sigue,
nada esquiva, nada discrimina, a todos pinta por igual, sólo
que el brillo lo pone cada cual, a voluntad. Pinta las paredes del
viejo Estadio, que aunque su equipo viva peleando el descenso, para
sus hinchas, siempre es el mejor, la avenida adoquinada, la parroquia,
la sinagoga, las frutas de las verdulerías; cabecea frente
a la escuela, se mira en el escudo, y comienza a elevarse por un
cielo celeste, muy celeste, para empezar a solear balcones.
El gris nuboso de una tristeza acodada en la
baranda de un balcón, ensombrece su paso , la mujer mastica
bronca y hecha negras bocanadas hacia el vacío, que se empeña
en seducirla; lamentablemente ella no discrimina, sólo pinta,
pinta los restos ensangrentados, los sentidos y los sin sentidos,
para seguir y no detenerse jamás. Las avenidas bostezan el
domingo tras las cortinas bajas de las tiendas, restos de hombres
se levantan para esconder sus vergüenzas en otros sitios, para
soñar con la paz dominguera de sus terruños , de los
cuales emigraron en busca de mejores horizontes; hoy la indiferencia
vestida de luces les escupe la cara y agiganta el fracaso, denigrándolos
cada día un poco más, sólo en el anonimato
encuentran las fuerzas para seguir.
La plaza se regocija con la luz que juega sobre
sus bronces, próceres anclados renacen con su carga de historias
irremediablemente adormecidas en oscuras memorias; sables sin filos,
marcan el camino de la Gloria, de la grandeza, artistas enlazados
por la inmortalidad de sus oficios, ensayan otra vez para el nuevo
día ,su mejor cuadro a un público ausente, pero al
que esperan deslumbrar.
El anciano ha dejado el matutino sobre sus
rodillas, la mañana se detuvo ante la extraña mirada,
que se quedó suspendida en un lejano punto, piensa que quizás
no es demasiado tarde, y que aún podemos recobrar los viejos
valores que cimentaron los sueños republicanos, que nuevas
generaciones acabarán con los hijos bastardos, nacidos de
incestuosas relaciones, que hoy nos corroen el alma. Sueña
el viejo magistrado, sueña que quizás ocurra y se
lamenta por la mañana que pasa rauda, y lo acerca. Pero ella
no se detiene, va y va, pintando sueños que se harán
realidad y otros que truncos morirán al caer la noche. Así
es inexorable, matemática, justa e injusta; pero siempre
puntual. Muy puntual, tan, que no puede esperar que la parturienta
llegue al hospital, y la nueva vida nazca entre las manos nerviosas
de un colectivero y un agente, que no dudan en la mitad del mítico
puente, regalarle al nuevo sol, el fruto de su eterno peregrinar.
Hice un leve esfuerzo con el cuerpo, estirando
el cuello hacia arriba y comencé a elevarme. Automáticamente
recogí las piernas y quedé sentado en el aire. ¿Por
qué podía lograrlo con tanta facilidad y sin temor,
cuando no había testigos?
Lentamente subí en línea paralela
a los cipreses de la puerta de hierro; con un suave movimiento lateral
de las manos, comprobé que giraba hacia uno y otro lado .Voy
hacia la avenida. No mejor enfilo para el centro de Padua. Hace
unos meses, recuerdo que pasó por el barrio un globo con
dos pasajeros, a muy baja altura, a punto tal que parecía
que de un momento a otro iba a estrellarse contra las casas.¿Qué
les pasaría?, ¿vaya uno a saber?
El ruido que produjo el mechero de aquel aeróstato,
me hizo pensar en un vistoso dragón multicolor. De tanto
en tanto, sueño que puedo volar, pero así de la manera
descripta, sin aletear los brazos, sólo mediante un esfuerzo
de concentración y la sensación es más que
placentera, es un sentimiento por el cual el alma pareciera salírsele
a uno por la boca y un poder omnímodo y orgiástico
embriaga de tal manera que se teme despertar. Me concentro hasta
los huesos para seguir avanzando en diagonal hacia la iglesia, tanto
como de que el poder no me abandone y me haga caer, en el patio
de algún escéptico vecino. Ya veo sus torres, pero
no es la iglesia de San Antonio actual, sino la que he visto en
una foto amarillenta de la casa de la cultura.
Miro hacia ambos lados, pero todo está
muy negro, hacia el Norte tiene que estar Rivadavia, y no muy lejos
Noguera. ¿Habrá un corte de luz?, ¿o estaré
soñando un capítulo oscuro? El silbato de una locomotora
me orienta en el espacio, mas no en el tiempo, me desconcierto y
apabullo, me balanceo de tal manera, que parece que el viaje ha
llegado a su fin, pero pronto recupero la posición. ¿Cuánto
tiempo hace que no veo marchar una máquina a vapor? El andén
está desierto, las luces amarillentas de la galería,
así lo muestran, las nubes de vapor se incrementan y la máquina
comienza a moverse; voy sentado en la única ventanilla iluminada,
miro azorado al tipo suspendido en el aire; nos señalamos
mutuamente, me voy, me quedo.
Flotando en el espacio en medio de la noche,
con nada más y nada menos, que con la compañía
de un centenar de miles de estrellas, que dudan de asombro, por
mi intrepidez, con una luna mezquina y opaca que frunce el seño,
molesta por la intromisión; veo desvanecerse la única
referencia tempo-espacial, la estación de mi ciudad, que
se duerme entre las sombras.¡Ahora sí que no sé
donde estoy!.¿qué tan lejos o tan cerca de mi casa?
¿Qué tan lejos o tan cerca de
mí?, ¿qué tan lejos o tan cerca de tu corazón
, ajeno a mis sueños voladores? Para poder encontrar el camino,
o una señal, es preciso despertarse.
Pero ¿quién quiere dejar de soñar?
Jorge
Alberto Martínez - San Antonio de Padua- Buenos Aires
E-mail : orsipin@infovia.com.ar
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ESENCIA
¿ Donde se nutre la
llama que titila detrás de las pupilas?,¿de donde
saca el combustible que la alimenta?.A veces pareciera que estuviera
a punto de extinguirse para luego aparecer con más fuerza
en un juego incomprensible, absurdo y coherente a la vez. Cuando
la emoción duerme aturdida un sueño pesado, enredada
en los perezosos hilos de la rutina, y su madre sensitiva la acuna,
haciéndola parir de traste, el alma reclama oxigeno, vientos
pamperos, lluvias que arrastren el polvo sofocante de la mediocridad
,ruega por tormentas y espera y desespera. Fácil sería
achacarle al sustrato físico de la conservación, el
oro negro, que pone en marcha la máquina humana, sería
simple, muy científico. Así el rojo que late y late
lo haría por mera costumbre, por órdenes establecidas,
escondidas en remotos códigos.¿Qué sería
de mi si sólo pudiera verme como un robot humano, empujado
a vivir por razones genéticas?.Seguramente viviría
en una fiesta sin fin, donde las palabras estarían huecas,
las manos se extenderían sin sentido en saludos vanos, pasearía
un ataúd vacío, en un continuo recordatorio del entierro
de la solidaridad, de la justicia, de la educación, de la
ética, de las buenas costumbres. Estaría condenado
a vivir un presente, sin pasado ni futuro, un hoy monstruoso, leviatánico,
degenerado ;obsesionado por conservarme eternamente joven. Conjugando
imposibilidades, fofo de impunidad, saturado de vanidad.
Encontraría gente que
me diría casi de continuo,¿pero donde ocurre eso que
vos decís?, ¿cómo pensas que podemos cambiar
algo?,¿hay precedentes para llevar a cabo tales locuras?,¿no
te enteraste que se han muerto las utopías?,¿qué
vivimos el fin de la historia y de las ideologías?, ¿qué
el mercado todo lo puede?,¿qué si generamos riqueza
esta cae en cataratas y los de abajo también reciben?. En
fin transitaría una realidad conocida, pero no menos despreciable.
Por suerte la creación
humana no se agotó, en un perfecto licuado de hormonas y
mediadores, de fenómenos electroquímicos, de complejos
mecanismos que mantienen la vida, sin siquiera saber los que la
poseen, qué y como ocurren. Hay algo más, por suerte,
hay algo más, que paradójicamente, descansa en los
más intrincados parajes de nuestro ser, que es también
herencia y que suele revelarse y rebelarse desbordando las barreras
genéticas.
Esa esencia compartida en todo
el reino animal es el combustible, que mantiene viva la llama. Le
dicen Libertad,¿la conocen?
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